miércoles, 19 de noviembre de 2014

Cooking golf

Sabía que iba a llegar tarde pero no tan tarde. Eso tiene varias consecuencias: la primera, que no aprendí nada del marqueschef; la segunda, que prácticamente no probé el aperitivo; y la tercera, que tenía un gran hueco que cubrir con el plato principal. Vayamos por partes.

Este grupo llamado cooking golf cuyo nexo de unión es mi tío Pedro, decidió en la última comida que tendrían reuniones mensuales, así que ya tocaba la de noviembre. Y a su vez ya era hora de algún guisito que el tiempo lo pide. Así que a la hora de los marqueses quedó el equipo titular para preparar unos judiones, que habían comprado en Casa Moreno, con todos sus avíos. Necesitaron tres horas de cocción.

Mientras llegaban los comensales, pasaron por la plancha unas buenas chistorras y salchichas para hacer boca. Creo que eran buenas porque estos mamones (con premio y sin perdón) no me dejaron nada pero sí caté unas riquísimas mollejas que habían sido encargadas en el mercado de Triana. ¡Me encanta la casquería!, es un defecto como otro cualquiera pero muy sabroso. Cuando llegué estaba el marqueschef discutiendo con el otro pinche, que he de reconocer que es "casichef", si doraban un poquito de ajo con las mollejas. Ante discusión de tan alto calado intelectual decidí que lo mejor era tomarme un botellín de cruzcampo. Sabia decisión porque daba igual, el resultado era magnífico (aunque lo prefiero sin ajo y sin nada, sólo aceite). Me dio tiempo de tomarme un par de cervezas y a sentarse porque creo que me estaban esperando. Algún día tenían que esperarme los demás, ¿no?

Bueno tengo que corregir porque aparte de cerveza me dio tiempo a probar una copita del Rioja Llave Real al que marqueschef se ha aficionado, que entra fácil. Ya sentado me puse la servilleta en su sitio para evitar desgracias y tragedias familiares y se me iluminó la cara cuando vi el plato que me habían servido: judiones de la Granja con oreja, chorizo, morcilla, morcillo y tocino ¿hay algo más digestivo? Todo un placer para los sentidos. Fui muy comedido, cayeron dos platos y punto ya que mi intestino es perezoso y me veía que para el desayuno todavía estarían dando vueltas estas leguminosas castellanas. Por supuesto, fueron convenientemente regadas con el rioja mencionado.


Para el postre, marqueschef tenía preparada una sorpresa. En línea con la comida tan ligerita del día nos trajo una cajita de mantecados y polvorones de la Despensa de Palacio. Pura Estepa y muy finos. Ya los conocía pues son de lo mejor que hay. ¿Y qué es de un mantecao sin anís? Pues eso, una mariconada. Nos bajaron una botella de Anís del Mono (costumbre familiar que nos recuerda a abuelo Felipe) y entre mi tío y yo, poco a poco como debe ser, la dejamos en la mitad. El objetivo es sencillo: ya que la digestión puede ser pesada, con anís se hace más llevadera hasta el punto de que no te enteras (que cada uno interprete o malinterprete lo que quiera). Para que no haya dudas, trabajé después de esto (tenía una reunión con un cliente y no me salió mal, nada mal).

Cuando llegó la exaltación de la amistad, mientras hablaban sobre proyectos de futuro y fechas de la próxima reunión, me dediqué a darles sablazos y venderles participaciones de la lotería de Navidad de mi Hermandad, que os dejo una foto porque el número es muy bonito ¿verdad?



Y, como es tradición, la sobremesa se hizo muy larga para algunos, mucho clinquineo y gran ambiente que se repetirá en próximas reuniones de las que daré cumplida cuenta en este blog.


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