Por diversas circunstancias no pudimos reservar la cocina, así que nos atendieron en el restaurante, tan magníficamente como siempre. Empezamos como es habitual con la cervecita en la barra mientras llegaban todos los comensales. Jaime, Perico, Tulio, Luis, Monchu y Salvi. Ramón llegó algo más tarde.
Para abrir boca pedimos una excelente caña de lomo, de Señorío de Extremadura de nuestro amigo Rafa Pacheco).
La comida se inició con el plato típico de la Tertulia, los huevos rotos con patatas y taquitos de jamón (que algunos malpensados lo llaman huevos a la pesquera) y unas habitas. Luego, cada uno se pidió su plato. Y lo regamos con Viña Alberdi.
No sabría decir en qué momento empezó la tertulia con Quino. Desde que llegó no paró de hablar, algo raro en él, jeje. Y, además, pasamos de un tema a otro con una facilidad y rapidez que si te despistabas y decías algo sobre Morante ya estaban todos hablando del Gran Poder. Era difícil seguir la rapidez mental de nuestro invitado.
Fue una de esas tertulias agradables que se recuerdan para siempre. Antes de terminar le hicimos el habitual obsequio de Enrile y firmó en nuestro libro. Y desde ese momento, se dio el pistoletazo de salida al clinquineo y posterior sobremesa en la que se resolvieron absolutamente todos los problemas mundiales, uno detrás de otro, sin perder en ningún momento la sonrisa porque Quino tiene mucho arte.
Gracias y hasta la próxima.
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