Las conclusiones finales y generales de este informe de la empresa mediana española pueden ser:
Cada sector requiere una dimensión media mínima para poder operar, como es el caso de la industria, mientras que en otros más vinculados a la prestación de servicios no se precisa superar un umbral de tamaño. Por tanto la especialización productiva de cada país tendrá impacto en el tamaño medio de su tejido empresarial y, por ende, en la productividad agregada de su economía.
Las diferencias en la productividad agregada entre países se explican sobre todo por la distribución de las empresas por tamaño más que por la especialización sectorial. Por tanto, las ganancias potenciales en la productividad agregada no se encuentran tanto en la reasignación de factores entre sectores (cambio en la composición sectorial) como en el aumento de la dimensión empresarial dentro de cada sector (cambios organizativos intrasectoriales).
De hecho, el impacto en productividad para el tejido empresarial español es de un aumento del 13% si tuviera la distribución por tamaños de las empresas alemanas y de un 4,8% si la composición por sectores fuera la misma.
El problema es que el porcentaje de empresas medianas y grandes en nuestro país es significativamente inferior al que se observa en otras economías como Alemania y Reino unido, de forma que una proporción muy elevada de trabajadores españoles están empleados en empresas, en general, menos productivas.
El cambio de modelo adecuado para aumentar la productividad agregada de la economía española debe centrarse en impulsar el tamaño medio empresarial más que en modificar la especialización sectorial.
Los indicadores de regulación del mercado de productos PRM (Product Market Regulation) de la OCDE permiten contrastar que, aunque se han producido mejoras, el índice global de barreras a la iniciativa privada en España se sitúa todavía en 2013 muy por encima del correspondiente a los países de nuestro entorno, lo que dificulta a nuestras empresas competir en igualdad de condiciones. El principal escollo para nuestras empresas, según los indicadores que elabora la OCDE, es la complejidad regulatoria.
El estudio de referencia contrasta empíricamente la existencia de una acumulación anómala de empresas que cuentan con una plantilla muy cercana a los 50 empleados pero que no dan el “salto” a la categoría de empresa mediana, como consecuencia de un entorno regulatorio que desincentiva el crecimiento empresarial.
Si no existieran desincentivos a superar el umbral de 50 empleados, un porcentaje de empresas pequeñas podría haber saltado al siguiente tramo de tamaño con el consiguiente efecto positivo sobre la productividad o el grado de internacionalización de nuestro tejido empresarial.
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