jueves, 9 de mayo de 2013

Mañara

El martes 9 de mayo de 1679, recién cumplidos los 52 años, muere don Miguel Mañara, habiendo manifestado días antes su felicidad por saber que iba a ver a Dios. Al día siguiente se entierra a los pies de la Iglesia, sin ataúd y en tierra desnuda, como deja escrito en su testamento, con una inscripción que reza: “Aquí yacen los huesos y cenizas del peor hombre que ha habido en el mundo. Rueguen a Dios por él”. En su testamento deja sus bienes a los hermanos de la Caridad. El 19 de mayo se celebran sus honras fúnebres en la Catedral, presididas por el Arzobispo Ambrosio Spínola, y todo el cuerpo eclesiástico de Sevilla, religiosos y regulares, se turnan para celebrar miles de Misas en sufragio del alma de D. Miguel. El 9 de diciembre se trasladan sus restos, sin olor y sin descomposición, al sitio actual.

Fue tal la fama de sus virtudes que a los pocos meses de su muerte se inicia el proceso ordinario informativo para su beatificación. Tras numerosa vicisitudes, el 27 de mayo de 1778, Su Santidad Pío VI autorizó el decreto sobre la fama de santidad de D. Miguel Mañara y Vicentelo de Leca. Transcurridos 100 años de proceso, parecía que todo se encaminaba hacia la anhelada santidad, pero aquí empiezan los verdaderos problemas. Su proceso queda paralizado casi 175 años.

En 1950 la Hermandad recibe noticias halagüeñas. Una investigadora francesa encuentra parte del proceso en el Archivo Nacional de París. Suponemos que como consecuencia del saqueo de Roma por parte de las tropas napoleónicas, entre los documentos expoliados figuraban algunos muy importantes que afectaban a la causa de beatificación de D. Miguel. No sólo habíamos sufrido el expolio de obras materiales (cuadros y otros objetos de valor) en nuestra Iglesia sino también las tropas de Napoleón habían “expoliado” parte de la obra espiritual de D. Miguel. Una vez reunidos los documentos, en 1954 se reinicia el proceso informativo que finaliza con el decreto de 6 de julio de 1985 de SS Juan Pablo II por el que declararon las Virtudes Heroicas y se otorgó el titulo de Venerable al Siervo de Dios don Miguel Mañara. Ese día repicó la Giralda.

Desde los mismos días de la muerte de Mañara fue unánime el clamor de la ciudad, solicitando el reconocimiento canónico de su santidad. Queremos recordar el valioso testimonio que de su ejemplaridad diera el P. Tirso González, General de la Compañía de Jesús, que le había tratado personalmente: “Puedo afirmar con toda sinceridad, que con frecuencia se me ocurrió la idea de que alguna vez llegaría a los altares D. Miguel Mañara. Hablé con él muchas veces de las cosas divinas y pude entonces observar señales manifiestas de su grande amor a Dios…Si me dijesen que ha resucitado muertos, no me asombraría lo más mínimo. Al contemplar su vida y sus costumbres, pensaba que no de otra forma debieron vivir los que hoy veneramos en los altares”.

Así sea.







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