En la pasada tómbola benéfica organizada por la Quinta Angustia organizamos una comida familiar. El cocinero fue mi tío Pedro (por cierto, no os he contado cómo guisa de bien la cola de toro ¡espectacular!). Nos repartimos las tareas y el menú quedó fijado así como el número de comensales. En principio, era una comida de Pesqueras, pero la abrimos a amigos que son como de la familia (ciertamente son parientes, lejanos pero parientes). Antonio Ternero no pudo asistir por problemas de salud. También fallaron tío Manolo y tío Diego y mis primos Ignacio y Javier.
La tarde anterior mi tío Pedro guisó las perdices ya que todos sabemos que los guisos están más buenos de un día para otro. Y un servidor fue a comprar salchichón de Riera (el de verdad) y foie. Me acerqué al supermercado que el Matadero El Culebrín tiene en una bocacalle de Asunción. Además, tío Pedro encargó unas gambitas. Ya teníamos el aperitivo.
Cuando llegué para ayudar, este pinche no tiene remedio, ya estaba casi todo preparado puesto que aparecí por las instalaciones del Club una hora más tarde de lo acordado debido a la carga de trabajo. Esta época es muy mala (o muy buena según se mire) para las asesorías. Tío Pedro estaba con Manolo y Antonio Losada dando buena cuenta de un oloroso en la barra. Me añadí al grupo y, al rato, bajamos a la cocina. Búsqueda de los cacharros adecuados: una buena cacerola para el plato principal y una olla para calentar el agua para el marisco.Demás ingresientes necesarios. Recipiente con hielo y sal para la salmuera y a trabajar. Otra copita de oloroso.

A esto que Antonio propuso seleccionar las gambitas más carnosas y hacerlas a la plancha. Sugerencia admitida con el agrado de los presentes. Ya éramos 5 puesto que mi padre acababa de llegar. Gambas terciaditas pero realmente buenas de sabor. Mientras el agua alcanzaba su punto de hervor, el sofrito se hacía y nos bebíamos el oloroso, las gambas alcanzaban su punto en la plancha y las retiramos. Como por arte de magia aparecieron mi tío José, mi primos Manolo y Javier en el momento en que nos servíamos las gambas "planchadas". Señores al lío, a empezar a cocer los dos kilos de gambas, a cortar el salchichón y abrir la latita de foie.
Salchichón de categoría extra, en mi opinión le faltaba un poco de curación pero excelente. Cayó entero, sin contemplaciones. El personal del club había tostado unas rebanadas de pan para el foie, que también cayó entero. En esto que llega mi hermano Enrique. Ya estamos todos. Primer cargamento de gambas, que desaparecen. Primer botellín de Cruzcampo y más gambas al agua hirviendo.
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| sofrito |
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| la bodega del día de marras |
Mientras nos bebíamos estas botellas, el arroz reposaba. Le dimos su tiempo y se empezó a servir. La tercera botella era Pesquera 2000, bueno y suave, pero en cuanto llegó el arroz y, sobre todo, la carne de caza, había algo que nos pedía más cuerpo, más alcohol y, sorprendentemente, fue el riquísimo Chateau de l´Abbayé de 1990, 25 años, ahí es nada. Con cuerpo, con sabor, sin asperezas. Tinto como tiene que ser. Espléndido.
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| arroz con perdiz |
Y de postre un surtidito de la casa con ese magnífico tocino de cielo, que lo regamos con Pesquera 2001, que para mí era el que estaba mejor de los Pesquera (sin acritud). Café, copa y puro y tras brindar por España y el Rey empezamos una sobremesa en familia en la que hablamos de lo divino y lo humano en un ambiente de lo más agradable que se hizo muy, muy larga...hasta la hora de cenar.
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| La familia |





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