miércoles, 15 de octubre de 2014

algo sobre cañaíllas, chirlas y perdices

¡¡¡Qué estoy muy liao y no tengo tiempo para escribir!!! ¿Ninguna comida después del verano? Alguna sí pero cortito, ya llegará una época más tranquila. Bueno, venga, aquí va una.

Inicio de temporada de Cooking golf y vaya tela. Cuando vi lo que había por allí, pensé y, dije en voz alta, "no hay cuyons de comerse todo esto". Este es el relato.

Mi tito Perico nos convocó con tiempo suficiente para esta comida en la cocina del mejor club del mundo, como afirma nuestro Presidente. El marqueschef retomaba los fogones y no podía hacer algo ligerito y dosificado. No, la temporada hay que empezarla como Dios manda. Así que los dos golfistas de profesión prepararon un menú, eso un menú propio de estas fechas. Con tiempo habían hecho los encargos pertinentes y yo, pinche de fama internacional, me comprometí a llegar a media mañana y echar una manita. La expresión de mi tío cuando llegué fue lo suficientemente esclarecedora: "Cabrón, ¿ahora llegas?". "No he podido llegar antes", afirmé mientras miraba la hora, las dos menos cuarto. Ole. "En qué puedo ayudaros, estoy a vuestra disposición" expresé con la rotundidad de alguien que sabe que ha llegado tarde, demasiado tarde, mientras me asomaba con cara de alegría a los distintos recipientes y disfrutaba con el material. "Abre unos botellines, miarma y te hemos dejado las chirlas". Perfecto, así que me puse mi mandil y a cortar ajitos.

No puedo contaros cómo se hicieron las cañaíllas pero supongo que las echarían en agua fría y estarían unos 15 minutos pero eso es lo de menos. Lo que lamento de veras es no haber estado mientras se hacía uno de mis platos favoritos, perdices. Además, marqueschef las había deshuesado. Es una joya, así da gusto. Sé que había zanahorias, cebollitas, tomate y oloroso, brandy y whiskey. Las criaturitas estaban "colocadas" con una moña de categoría.

Poco a poco fueron llegando los comensales: Federico, Antonio A., Ángel, Rafa, Manolo que ante la posibilidad de quedarse con hambre traía ensaladilla y croquetas, Andrés, Antonio T., Lorenzo, Casimiro, Santi, José Ramón, Antonio M...Mientras caían las cañaíllas y el aperitivo que había traído Manolo, mi tío Pedro se puso con los boletus, simplemente a la plancha con ajito que salieron de escándalo y yo con las chirlas. Lo hacíamos en varias tandas para que todo el mundo lo fuera probando. Ni que decir tiene que bordo las chirlas, jejeje.

El aperitivo caía poco a poco, las cañaíllas, las setas, ensaladilla, croquetas, chirlas todo en cantidades "moderadas", ná, en total unos 8 kilos y todavía el marqueschef tenía preparada una sorpresa para cuando estuviéramos todos. A través de Poli Albaserrada había conseguido unos listados que Íñigo planchó prácticamente crudos, vuelta y vuelta, con sal y algo de pimienta. Deliciosos, realmente soberbios. En este momento le servimos una perdiz a Federico ya que por motivos de trabajo se tenía que marchar pronto.

Aquí, el pinche, cuando vio la cantidad de aperitivo que había antes de llegar al plato principal, decidió con buen criterio, algo sin precedentes, parar porque era fundamental dejar hueco en mi sistema digestivo para esta ave galliforme. Y creedme si os digo que hice muy bien.


Después de tres horas y media llegó lo que llevaba esperando desde que llegué al Aero ¡¡¡Cómo estaban las perdices!!! ¡¡Qué carita de satisfacción puse cuando me enteré que había 24!!¿Me comí una o una y media o...? Da igual estaban espectaculares y fueron acompañadas por patatas fritas y regadas con un rioja muy apañadito. Por cierto cayó todo, todo, todo.



De postre, el surtidito típico del Aero: tocino, tarta de chocolate y unos bombones y cuando llegó el clinquineo este servidor se tuvo que marchar a trabajar. Y bien lamento no haberme quedado a una magnífica sobremesa en la que se hablaría no sólo de golf sino que arreglarían los preocupantes problemas de España hasta que nos volvamos a reunir. Hasta pronto.



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