lunes, 6 de junio de 2016

retos de España

El Reino de España, desde mi punto de vista, tiene dos problemas fundamentales que su solución o empeoramiento determinarán el futuro inmediato de mis compatriotas y el mío propio:

1. La Deuda externa tanto pública como privada. De la privada no hablo, que cada palo aguante su vela. En cambio, la deuda pública nos afecta a todos. Hay países muy endeudados como EE.UU. o Japón de los cuales nadie piensa que no van a devolver el dinero. De España no se piensa lo mismo de forma tan rotunda.

¿Por qué? Creo que lo fundamental no es tanto el importe, que no lo menosprecio y debería ser bastante más pequeño, sino para qué nos hemos endeudado tanto y tan rápido. Si la respuesta fuera por inversiones en infraestructuras, en otras formas de energía, en mejorar nuestra competitividad como país, no habría tantas dudas. La realidad es que nos hemos endeudado por el bocado que la crisis ha pegado en los ingresos públicos, o dicho de otra manera, para mantener el gasto de la desfasada e ineficiente Administración que tenemos. Si no hacemos una profunda reforma de la Administración Pública que suponga una reducción considerable del gasto público seguiremos teniendo problemas (aviso y ruego: huyan de los partidos que propugnan un mayor gasto público porque si no generamos los ingresos suficientes para mantener el actual gasto, ya sabemos lo que va a pasar en el futuro inmediato. Miren Grecia o Venezuela).

2. Las pensiones. Nuestro actual sistema va a quebrar, es cuestión de tiempo. Básicamente por cuestiones demográficas. Si queremos tener unas pensiones dignas en el futuro, y debemos aspirar a ello, no hay más remedio que realizar una profunda revisión del sistema. Estas reformas deberían tener en cuenta un aumento de los ingresos tanto por volumen de trabajadores como por la aportación individual (que debería ser como consecuencia de un aumento de la productividad del trabajador que conlleve aumentos salariales), una reducción de gastos (retraso de la edad de jubilación -mientras antes asumamos que en 2030 nos jubilaremos con 70 años, mejor para todos-), una clara separación de las fuentes de financiación de pensiones contributivas y no contributivas y posiblemente, y también lo más difícil por lo que supone de cambio de mentalidad, nos deberíamos plantear la implantación de un sistema mixto de reparto y capitalización.

La educación la dejamos para otro día.

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