El pasado jueves 27 tuvo lugar la tradicional comida de Navidad de La Tertulia. Nos reunimos en la cocina del Aero para disfrutar de unas ricas viandas que varios contertulios aportamos y cocinamos. A las 12 y media de la mañana quedamos los primeros espadas para encender el horno y preparar la comida principal.

Carlos trajo unas
sardinas ahumadas que estaban de escándalo, un chorizo de León un poco picante pero sabroso, muy sabroso y una sobrasada de Mallorca que la untamos sobre unas rebanadas de pan para, a continuación, tostarlas en una plancha y no os podéis ni imaginar la cara de placer que poníamos degustándolas. Pablo había preparado unos tomatitos sicilianos con mojama que quitaban el sentío. Todo debidamente regado con una Cruzcampo bien fría y la copita heladita de Tío Pepe. Todo poco a poco, saboreando y disfrutando de cada momento. A medida que iban llegando los comensales (Salvi, Jaime, Luís, Tulio, Juan, Luismi, Enrique, Alberto, Ramón, Perico y Monchu) preparábamos estos entrantes para que todos pudiéramos disfrutar de todas las viandas, sin excepción. Sólo faltaba José Luís, que se encontraba de viaje familiar en Singapur. Llegamos a pensar que podríamos pasar un poquito de hambre pero por arte de magia, allí aparecía cada vez más comida y de una calidad fuera de serie. Fue un espejismo.

Llegó el momento de abrir la
manzanilla, previamente metida en el congelador, que Carlos había traído. Ooooh, ¡qué bien entraba!. La alegría se extendía por la sala. El espíritu navideño se desbordaba. Tulio preparó un pan irlandés, hecho allí mismo. Tenía arte verlo cómo mezclaba la harina y el huevo para después de verter la masa en un molde, meterlo en el horno. Se hizo de rogar el dichoso pan porque aquello, se entiende el pan, no subía. Caras de preocupación. Y, entonces, abrimos las anchoas del cantábrico aportadas por Ramón. Un poquito de pan mojado en el excelente aceite de primera prensada en frío que nos trajo Monchu...Ya estábamos casi todos. El chef Pesquera, el encargado de preparar el plato principal, se agobiaba al ver el nivel que estaba alcanzando la comida. Ya no era un almuerzo, era un banquete, una comida espléndida como recoge en su diccionario la RAE. Temía por su prestigio ante el nivel de las vituallas y que, además, por motivos de espacio lo estaba asando en dos hornos distintos. Como comprenderéis era un esfuerzo sobrehumano para mis limitadas dotes culinarias.
Había que tranquilizar al personal y qué mejor que un buen vino. Había llevado Burdeos, Muga y Pesquera para nuestro almuerzo. Por si fallaba, por lo menos, que no criticaran la calidad de los caldos aportados. Así que abrimos las dos primeras botellas, en este caso de Saint Emilion, Burdeos. ¡¡¡Y milagro!!!, el pan irlandés subió. Así que lo cortamos y le añadimos salmón ahumado. Muy bueno, sí señor. Todo muy a punto.
¿Y qué hay del plato principal? Salvi había llevado de su campo un chivo lechal. Desde la 1 y cuarto estaba dentro del horno. Con gran miedo, saqué medio costillar y brazuelo. Entre Manolo y Juanfran, dos de los magníficos empleados del club, lo trincharon y lo sirvieron en la mesa. De guarnición, ensalada y patatas fritas. Uf, qué alivio cuando vi las caras de mis contertulios que iban pasando del escepticismo inicial a una cierta satisfacción. Me crecí. Me dije: este es el momento. Vamos a sacar el resto del chivo y lo acompañaremos con Muga, cosecha 2000.

Caras de verdadera satisfacción. y para remate, otras dos botellas, en este caso, de Pesquera, cosecha de 2002. Magnífico. De postre, Tulio había preparado una marquesa de chocolate blanco y negro que algunos la regaron con el Pedro Ximénez que aportó Juan. Otros seguimos disfrutando del Pesquera, se entiende el tinto. Café y pacharán también elaborado por Tulio. Alguno no perdonó el gin tonic. Nos levantamos para brindar por España y el Rey. Y, como es tradicional por estas fechas, el club nos obsequió con unos mantecados. Nos atendieron, como siempre, excepcionalmente no sólo los trinchadores ya mencionados, sino también Juan Antonio y Julián. Todo un lujo. Seguimos la sobremesa en la conocida pecera hablando de lo divino y lo humano. Nos dimos un verdadero y merecido homenaje.
Termina este año, muy duro para todos. Esperemos que el siguiente no sea peor. De todo corazón, en nombre de la Tertulia, os deseamos un feliz año 2013.
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