miércoles, 13 de febrero de 2013

Miércoles de ceniza

La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.

En tiempos remotos los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio. La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Es fácil de entender que muy pronto adquiriese un sentido simbólico de muerte, caducidad, y de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. 

En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos. Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Vestidos en sayal, se les salpicaba por todo el cuerpo con cenizas y se les obligaba a mantenerse lejos de los demás hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), se iniciaba el tiempo penitencial de la Cuaresma con la imposición de ceniza en las cabezas de toda la congregación.

Hoy, Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.

La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.

En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero normalmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua, lo que significaba que sólo se ayunaba 36 días (ya que se excluían los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.

Para muchos esto ha quedado reducido a carnaval, palabra que significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.). Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares en las que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma. Esto ha degenerado en lo que hoy todos conocemos.

El miércoles de ceniza y el Viernes Santo son días de ayuno y abstinencia, aunque tradicionalmente el Arzobispo de Sevilla dispensa a todos aquellos que participen en las procesiones religiosas. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste en hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.

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