sábado, 29 de marzo de 2014

segunda parte del viaje a Berlín

Murallas de Babilonia

Altar de Pérgamo
Altar de Pérgamo
El tercer día lo dedicamos a museos. Primero el Neues Museum donde está el maravilloso busto de Nefertiti. Sólo por eso merece la pena entrar. La Catedral de Berlín, protestante, fue el refugio del día ya que, el controlador del acceso, un cubano muy simpático llamado Pedro, nos dejó entrar por la puerta de salida y nos sentamos un rato en los bancos. Hacíamos tiempo para la visita concertada del día, el Museo de Pérgamo. Juan, nuestro guía, nos explicó con detalle las maravillas que hay dentro. Sólo tiene 3 salas y es la primera vez que oigo que se construyera un museo alrededor de una obra de arte, así literalmente. Pero una vez dentro se comprende perfectamente. Grandiosas las murallas de Babilonia. Todavía estoy impactado. Así se quedarían las personas que cruzaran el desierto y de repente se encontraran con un camino amurallado durante unos 200 metros hasta que llegaban a las puertas de esta mítica ciudad. Y eso que las murallas que vemos son las pequeñas. En los sótanos del museo permanecen sin montar las murallas que conformaban el perímetro interior de la ciudad debido a su descomunal altura. Y el altar de la ciudad de Pérgamo, que da nombre al museo, impresiona. Es un museo que hay que conocer. Imprescindible. 

Salimos en dirección al barrio judío, lo que queda de él, no es muy grande. Según nos dijeron no había muchos judíos en la ciudad de Berlín, unos 175.000. Tras el paso de Hitler y sus secuaces quedaron 6.000. A lo largo de nuestra caminata observamos en el suelo unas plaquitas con unos nombres. Nombres de aquellos judíos que eran detenidos y deportados a los campos de exterminio. Estas plaquitas están delante de las casas que habitaban. Escalofríos. Dolor. Angustia. Terminamos la tarde en la Alexanderplatz y vuelta al hotel. Descanso y a Maximilians. Sitio muy recomendable.

Barrio holandés

Una maravillosa mañana, con cielos despejados, nos esperaba para nuestra visita a Potsdam. Lo mejor de lo que vi. Imprescindible. Pequeña ciudad cerca de Berlín famosa por la Conferencia que allí tuvo lugar donde los tres grandes se repartieron el mundo. Rodeada de bosques y lagos tiene que ser una delicia desde primavera a otoño. Cayó en el lado soviético y si sales del centro te encuentras con los horrendos edificios de la época comunista. Eso tiene fácil solución, si sales del centro es para ir a los palacios que hay en la ciudad y alrededores. Y ya está.


Colonia rusa
Brandenburgerstrasse
Barrio holandés, colonia rusa, Brandenburgerstrasse, palacio de Sanssouci…Una delicia y, si además, te toca como guía una persona como Celia, entonces lo bordas. Todo acompañó para que fuera un día maravilloso e inolvidable. Esta visita merece todo un día y que la conozcáis, así que no cuento nada más. Muchas fotos tentadoras. Hay que ir.

Sanssouci










Barrio de San Nicolás
Llegamos de vuelta a Berlín a media tarde y todavía era de día así que, a pesar del cansancio, decidimos continuar nuestra visita a la capital alemana por el barrio de San Nicolás. Muy pequeñito, son tres calles detrás del conocido Ayuntamiento rojo de la ciudad (por el color de los ladrillos, que sois unos malpensados) pero precioso, como de cuento. Hicimos una pequeña parada, bueno, para Eugenio, Josele y el que suscribe no fue tan pequeña, en una cervecería que elabora su propia cerveza. Había rubia y morena. Elegí morena, dunkel. Creo que me bebí un litro y sin nada de comer ni de picar, así que fui a la cena dispuesto a comerme una vaca y parte de otra y fue la peor cena del viaje. Como ya estábamos de salchichas y filetes empanados un poco cansados, decidimos ir a un italiano. El primer plato lo devolví porque los gnocchi estaban quemados. Teníais que ver al menda explicando esto en una mezcla de inglés y alemán que por poco me traen otro plato con mantequilla. Así me expliqué y así me entendieron. Yo que soy intolerante a la lactosa. Al final me trajeron unos linguini que nadaban en caldo de pescado y que me comí (no pude con todo) por no liarla de nuevo. Salvo la pizza que estaba muy buena, según me dijeron, los demás tampoco tuvieron suerte con los platos elegidos. Eso nos pasa por elegir un italiano en Berlín.
Tramo del muro

La mañana del último día la dedicamos a la Topografía del Terror. La verdad es que este día fue terrorífico para mí por circunstancias personales que no vienen al caso y que no voy a contar porque no quiero herir la sensibilidad de mis lectores. Debido a esas circunstancias perdí la cámara de fotos y no la he recuperado hasta 3 semanas después y por fin he podido subir fotos al blog.



En conclusión, Berlín tuvo que ser una maravilla. Hoy es una gran ciudad que trata de encontrar su señas de identidad en la modernidad. Una ciudad con muchas obras, con mucho suelo barato (todo el que ha liberado la destrucción del muro). Es una mezcla de edificios modernos, muy modernos y edificios de estilo soviético, muy pocos de estilo imperial y alguna calle de lo que yo creo que es el estilo alemán. Algo tiene que tener esta ciudad para haber superado los 15 millones de visitantes de Roma. Un par de plazas bonitas, la cúpula de cristal de Foster, la Puerta de Brandemburgo y el Tiergarten, la avenida Unter den Linden, el Museo de Pérgamo, Nefertiti, mucha salchicha, mucha cerveza y Potsdam. Ay, Potsdam.


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