martes, 8 de julio de 2014

Exaltación de la amistad hispalense astigitana, vamos, Sevilla y Écija

En la primera comunión del hijo de Luis en Écija, algunos de los invitados me dijeron que eran seguidores de mi blog y que les encantaba cómo contaba las comidas. Por supuesto les di las gracias ya que es de bien nacidos pero no quedó ahí la cosa pues de manera directa, para qué hay que andarse por las ramas cuando se tiene claro lo que uno quiere, me plantearon que les gustaría participar y no ser meros lectores. Así que quedamos en organizar antes del verano una reunión entre la peña gastronómica que tienen Luis y cía y unos cuantos amigos comunes. Buscamos fechas, reservamos el txoko del Aero y aquí va la crónica.

De los dos chefs principales y de reconocida categoría que contábamos para la ocasión ambos fallaron. Así que el pinche internacional dio un paso al frente y decidió torear con picadores. Bueno, poco a poco y no adelantemos acontecimientos. El todavía pinche encargó en nuestro proveedor habitual, Javi de la pescadería Chipi en la calle Niebla, unos buenos langostinos y unas buenas chirlas. Así tal cual se lo encargué. Y en la carnicería de Paco, enfrente de la pescadería de Javi, hice lo propio con una buena pieza de carne, mejor 2 porque estos niños están en edad de crecer, a lo ancho y no a lo alto, y no es plan de que se queden hambrientas las criaturitas. El día D fui a recoger los encargos con lo que parte de la logística estaba resuelta. A una hora prudente quedé con Luis para revisar el material y completar las posibles carencias de intendencia. Evidentemente había carencias por lo que mientras yo me quedaba en el Aero preparando la carne, él marchó presto a resolver el tema suministros.


Como había dicho, el pinche se convirtió en novillero y tomó decisiones por su cuenta y riesgo. Lo primero, debido a la hora un poco ajustada ya que llegué una hora más tarde de lo previsto, era la carne. El plato principal es un rosbif (roastbeef in english) con patatas al romero. Primer vistazo por si tenía todos los ingredientes: la carne como su propio nombre indica (aunque no era buey sino ternera), ajo, aceite, mantequilla (aunque en mi caso por mi intolerancia -cada vez soy más intolerante- usé Artúa), tomillo, laurel, romero, patatas, sal, pimienta negra en grano, una buena cacerola, otra olla, sartén...tenía de todo y me puse manos a la obra. Como estaba solo ante el peligro requerí la ayuda de alguno de los magníficos empleados del Club que se encargaron de pelar patatas, unas cuantas patatas, a daditos. Gracias como siempre.

Aceite a la cacerola, una gran cacerola ya que iba a asar las dos piezas de carne, 2,8 kilos. Unos 20 dientes de ajo enteros con piel y todo, unos cuantos granos de pimienta negra, un par de hojas de laurel, Artúa y esperé un ratito. Mientras sazonaba, tomillo incluido, los dos canteros de cadera. Es una carne muy blanda, sabrosa y bastante más barata que el solomillo, ¡estamos en crisis!. Una vez caliente el aceite y bien mezclado con la margarina, incorporé con sumo cuidado las dos piezas de carne. Las sellé y empecé a darles vueltas sin parar durante 8-10 minutos para que se dore por todas partes y no pase por ningún lado. Cuando creí que estaban en su punto, apagué el fuego y tapé las cacerolas. Lo tuve unos 15 minutos así. Durante ese tiempo, en la olla que tenía preparada con el agua ya hirviendo, cocí las patatas. Exactamente diez minutos, ni uno más ni uno menos. Transcurrido ese tiempo, las retiré. En una sartén con su aceite y un buen puñado de romero fui añadiendo las patatas ya cocidas (muy poco, esto es clave ya que si nos pasamos en la cocción, nos salé puré de patatas al romero que posiblemente esté muy bueno pero no es lo que queremos hacer). Se tiene el tiempo necesario hasta que se doren y estén crujientes pero blanditas en su interior. Retiré la carne y utilicé una rejilla de horno donde las deposité, encima de la cacerola, para que soltaran su jugo sobre la salsa y sin contacto con ésta para que no se empapuzara.

En estas llegaron a la vez Carlos y Luis. Traían mejillones, anchoas, sorbete de limón a la hierbabuena (de la Fiorentina en la calle Zaragoza, la mejor heladería y además, puedo tomar todos los sorbetes porque son sorbetes de verdad, sin leche) y Ramón Bilbao. E inmediatamente apareció Juan. Me dije "¡Estos son mis pinches!". Orden inmediata: Primero, botellín para el chef, ¡hombre por favor! y segundo, uno a abrir la lata de mejillones, otro la de anchoas y Juan, que es de Sanlúcar por vía meática, a los langostinos. Me gusta a mí esto de mandar. Se le coge el gustillo muy pronto. El "pinche que fue" seguía con las patatas, preferí dejarlas un poco doradas porque tenía que hacerlas en varias tandas y a la hora de sentarnos a la mesa tendría que darles un buen calentón para que estuvieran en su punto. Entre vuelta y vuelta a las patatas hacía unas chirlas de Punta Umbría, con su ajito y chorreón de fino.


Estábamos 4 y siempre hay que probar el género por si las moscas. Ésta es una labor muy arriesgada ya que nos sacrificamos por los demás y queremos que todo el material está en perfecto estado. 4 langostinos al fuego y a encontrarle el punto de cocción. La salmuera en frío, no le echamos nada de sal a la olla. Cada cuá es cada cuá y así nos gusta a nosotros. Bien. Le dije al Chipi que me diera buenos langostinos y cumplió como siempre. Magníficos. Otro botellín, Cruzcampo. Llega Perico. ¡Juan 5 langostinos al agua! y unas chirlas a la sartén. Nos tenías que ver a Juan con los langostinos y yo con las chirlas y al mismo tiempo sin perder de vista las patatas. Comprendo la presión de Masterchef. En la barra teníamos varias bandejitas con mejillones, anchoas, langostinos y chirlas. ¡Pan, queremos pan! Unas chirlas sin barquitos es como un jardín sin flores.

Llegan Carlos, Javier, Jaime. Otra ración de langostinos y de chirlas. Afortunadamente tengo ya doraditas las patatas y me puedo dedicar a las chirlas, al botellín y a departir animadamente con los contertulios. Todo estaba realmente bueno, las chirlas sabrosas y jugosas y unas buenas anchoas y buenos mejillones. Caritas de satisfacción. Pero yo sé que en el fondo había dudas, muchas dudas. Jeje. Dudas sobre mí. Pero yo pensaba que esto es lo que hay. De repente Jaime se acerca a la cacerola, gran cacerola llena de patatas al romero donde les daría el último toque y coge una. Signo de desconfianza y sospecha. Momento de tensión. Coge otra y se da la vuelta. Yo lo estaba observando detenidamente. "Jo, están muy buenas! Uuuuuuf. Respiré aliviado. Espero que la carne haya salido buena. Llegan Manolo, Andrés y Antoñete. Ya estamos todos. Abrimos la primera botella de tinto y decidimos hacer los langostinos y las chirlas que quedaban con la intención de una vez terminado el aperitivo nos sentáramos para degustar y disfrutar, ese era mi deseo, el rosbif y sus patatas. Antes de terminar, Juanfran, empleado del Aero, limpió los ajos de pellejitos y con la minipimer mezcló la salsa. A todo esto, ya había caído la primera botella de Ramón Bilbao. ¡Qué buen vino!


Tras asegurarnos de no haber dejado ningún cadáver en las bandejas, nos sentamos. La carne, de color muy bien, rojita como debe ser. Miré uno a uno a mis comensales. Se sirvieron las patatas de acompañamiento y la salsa...¡decid algo!...angustia contenida ¡oye, esto está bueno, se deja comer! ¡qué va, está buenísimo! ¡Felipe, que está muy bueno, no sabía yo de esta faceta tuya! ni yo tampoco, pensaba. No había cocinado nunca para tanta gente. Todos repitieron. Me salió muy bueno, de verdad.

De postre, el sorbete de limón a la hierbabuena. Delicioso y refrescante. Café y empezamos una agradable sobremesa con su clinquineo en la que hablamos de lo humano y lo divino y quedamos en repetir de lo que daré cuenta en su momento. Fue un gran día. Lo siento por los que se lo perdieron, pero seguro que no faltarán a la siguiente.



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