miércoles, 2 de julio de 2014

Homenaje de cooking golf

Lo prometido es deuda. Aquí va la segunda comida que iba a subir en poco tiempo. No es mi tertulia, que ya conocéis, sino un grupo de amigos de mi tío Pedro, todos jugadores de golf, que decidieron tras el verano pasado organizar comidas con cierta frecuencia y que me han “adoptado” con gran cariño. He hablado de ellos en alguna ocasión.

Tocaba cierre de temporada con gran homenaje. Los impulsores de este grupo, Pedro y Marquéschef, llevaban días conspirando para que fuera un día inolvidable y hacían gestiones para conseguir material de alta calidad. Querían que fuera una comida con productos del mar y de fusión…de fusión entre Galicia y Andalucía y nada de otras chuminás campestres de las que abundan por ciertos restaurantes de moda.

Con la debida antelación fuimos citados a las cocinas del mejor club del mundo, como a nuestro Presidente le gusta afirmar, y el equipo titular disponía las ricas viandas de las que iremos poco a poco informando. Este pinche llegó algo más tarde de lo que pensaba pero me puse rápidamente manos a la obra.

El Marquéschef tenía ya metido en el horno un buen troncho de atún, 4,5 kilos, bien tapadito de sal pues ése era el plato principal y, además, en los fogones estaba haciendo una pipirrana para acompañarlo. Como llegué justito como ya he dicho, en otro fuego pusimos una gran cacerola con agua para la cocción de algunos bichitos y en otra olla estaban las patatas cociéndose para otro de los platos. Estábamos en cuatro frentes distintos y una vez teníamos todos los fuegos ocupados me puse a cortar ajitos para los bivalvos. Acabo de daros unas cuantas pistas, a ver si acertáis qué comimos. Bueno, no os dejo con ese suspense y vamos al lío.

Como sabéis soy partidario de probar las cosas antes de servirlas por si hay que rectificar algo y aprovechando que también estaba Pepe creía que había llegado el momento de cocer unos cuantos langostinos “puntumbrieños” facilitados por mi tío Diego. Una vez alcanzado el punto de ebullición y con un par de hojitas de laurel en el agua, añadimos un puñaíto de estos bichitos tan feos. En un par de minutos estaban en la salmuera bien fría y tras escurrirlos, al plato. Muy buenos, bien cocidos (me gustan que estén enteritos y nada pasados) y en su punto de sal. Esa era la línea a seguir. Primer botellín.

Cada cierto tiempo comprobábamos el punto de las patatas que no queríamos que se nos pasaran y abríamos algún botellín de Cruzcampo. Y de golpe y uno a uno, en escasos cinco minutos había parido la abuela: Antonio A, Manolo C, Lorenzo, Andrés, Antonio T, Ángel, Miguel, Federico…iban llegando pidiendo una cervecita y echaban un vistazo a cacerolas, bolsas, paquetitos, nevera para enterarse del menú. Más langostinos al agua y decidimos cambiar de palo. Antonio T había tenido el antojo de unas chirlas, así que ajitos a la sartén con su aceitito, chorreón de fino y a comer. Llegan Casimiro y Santiago. Estábamos todos, puesto que Antonio M y Manolo A no podían venir al encontrarse ambos fuera de Sevilla.


Las patatas estaban ya, así que las retiramos del fuego y con gran paciencia Marquéschef las fue cortando y las dejaba en una bandeja. En la misma agua donde se estaban haciendo los langostinos (unos 3 kilos) pusimos a cocer el primer pulpo llegado desde Galicia. No sería lo único de aquellas tierras. Y nuestro Íñigo, otra vez con gran paciencia, se puso a cortar el pulpo. Con mimo lo fue incorporando a la bandeja con las patatas, le añadió aceite y pimentón. Mientras hacía esto se añadía el segundo al agua, y el prestigioso pinche de fama internacional seguía con los langostinos y las chirlas. Muy buenos los langostinos (y más cuando se enteraban de lo que nos habían costado), chirlas que salieron muy ricas y pulpo, tierno y buenísimo, no estaba mal el aperitivo. Pero faltaba algo.

Decía al principio que Pedro e Íñigo habían conspirado para esta ocasión y me diréis con razón que langostinos, chirlas, pulpo y atún están muy bien pero...y llegó el momento de cocer, en la misma agua que langostinos y pulpos, los percebes también traídos de Galicia. Pinta bárbara. Un minuto y al plato. Buenísimos, sabrosos. Un verdadero homenaje. A estas alturas había perdido la cuenta de las cervezas tomadas (el Club no) y me pasé al vino. Un vinho verde en homenaje a nuestros queridos vecinos de Península. Os decía que después nos enteramos de cuántas cervezas cayeron pero no voy a decir la cifra para que no hagáis los números de las que se tomó cada uno, pero botellas del caldo portugués fueron 9. Ahí queda.

Ya era hora de comer. Sé lo que estáis pensando “¿pero qué habéis hecho hasta ahora que no sea comer?”. Pues no, era el aperitivo, el marisco no ocupa lugar y como no tomamos pan (bueno algún barquito navegaba por la salsa de las chirlas) ni mayonesa ni otras cosas que estropean la materia prima, pues como decía, nos sentíamos bastante ligeritos. El atún a la sal estaba fuera del horno y mientras se hacía la operación de cirugía con el túnido me puse a cocer lo que quedaba de langostinos y percebes para dejarlo en la mesa y sentarnos.

Buen atún. Alguno decía que no podríamos con él. ¡¡¡Qué me diga alguien dónde están las sobras!!! Anda que no. Casi no probé la pipirrana que lo acompañaba, bueno al final no era pipirrana porque algunos contertulios querían que fuera más bien tomate frito, así que el Marquéschef lo redujo bastante hasta que pareciera una salsa de tomate. No hacía falta, bastaba el atún. En honor a la verdad aprendimos un par de cosas sobre el atún a la sal. Para hacer un pescado a la sal es fundamental que tenga piel para una vez quitada se lleve la sal. El atún estaba un poco salado pero sólo en los extremos, por lo que simplemente con no comerte los bordes del trozo que tenías en el plato era suficiente. Después me fijé en los platos de los comensales y no había nada en ellos, salvo 2. Prueba de que estaba muy bueno y había hambre. Increíble pero cierto. Y también es importante tenerlo el tiempo que hay que tenerlo. Es un pescado que se seca muy pronto. Si nos hubiéramos despistado con tanto trajín, habríamos llorado de rabia.


A los postres le hicimos entrega a Íñigo y a Pedro de un delantal con sus nombres y la leyenda Cooking golf, que así se denomina esta reunión de amigos, en reconocimiento a su entrega en los fogones. Exaltación de la amistad. Cafelito y con la primera copa en la mano nos levantamos para brindar por el Rey y por España y se inició una larga, larguísima, sobremesa con su clinquineo en la que hablamos de lo divino y lo humano. Disfrutamos tanto que se acordó cerrar la temporada en julio de lo que, en su momento, informaré debidamente.









No hay comentarios:

Publicar un comentario