jueves, 16 de julio de 2015

La última comida de los apóstoles

Y la última comida, o eso espero, antes de las vacaciones. Faltaban los Apóstoles, un grupo de amigos de la Hermandad de la Quinta Angustia, que nos vemos todos los jueves del año y que decidimos quedar a comer de vez en cuando. Esta comida iba a ser muy facilita, como verán queridos lectores.


En este grupo hay varios cocinillas y decidimos que como tenemos pendiente una comida típica segoviana que la dejaremos para después del verano, ésta sería más sencilla y de frutos del mar. Tras amplias deliberaciones cerramos el menú. Los chefs, José Carlos y un servidor, quedaron algo tarde por motivos de trabajo pero como estaba asumido, parte de la elaboración ya la llevaba JC.


Esa mañana en nuestra pescadería de referencia, el Chipi,  recogí el material y me fui al club. Llegamos casi a la vez y nos pusimos lo primero a dorar bien el cazón que JC había traído de Sanlúcar y que sería el plato principal, a cortar cebolla para el tomate frito que ya traía hecho JC y yo me dediqué a cortar ajos, una buena cantidad de ellos. Retirado el cazón le tocó el turno a la cebolla, que estuvo un buen rato pochando.



En otra olla, que mal suena, pusimos a calentar el agua para los langostinos y dejamos una sartén apartada y lista para las chirlas. Ea, pues ya sabéis el menú: chirlas, langostinos y cazón con tomate. Bueno, realmente, no estoy contando toda la verdad. Empezamos por calentar la plancha para unas cigalitas que íbamos a degustar los cocineros y que estaban estupendas (ahora se están enterando el resto de comensales). Ya que hacemos el trabajo sucio, nos merecíamos un premio. Muy buenas, sí señor. Ahora ya podíamos empezar.

Con las cigalas nos tomamos una copa de Tío Pepe, lo que hace este duro trabajo más agradable. No había mucho por hacer y esperamos, no mucho porque ya he dicho que llegamos muy al final de la mañana, a que llegaran los apóstoles y un invitado muy especial. Muy pronto apareció Juan Manuel, número 2 de nuestra Hermandad, e inmediatamente a continuación José Luis y Salvador que traían una botella de Oporto de parte de nuestros hermanos portugueses Carlos y Angelo y 51 primera, respectivamente. No sé si todos llegaron a probar el amontillado ¡qué hubieran llegado antes! Jacobo llegó a tiempo. No faltaban muchos porque ese día teníamos varios judas que faltaron, alguno a ultimísima hora.


Como es habitual en mí hice los langostinos, camarones de la Isla para Juanma con gran guasa, según el número de comensales para que todos comieran la misma cantidad y a medida que llegaban hacía los correspondientes a ese turno más los que le faltaban al recién llegado para igualarnos. En cada tanda de langostinos, que los hago como ya sabéis al estilo sanluqueño, hacía una de chirlas con su ajito, aceite y un chorreón de Tío Pepe. Aperitivo sencillo pero superior ¡daba gusto ver al personal mojando pan en la salsita de los moluscos!

Llega Enrique y, por fin, Rafa que traía tomates de los Palacios para el aperitivo. En un plis plas los troceamos y aliñamos y a comer. Ya estábamos todos. Terminamos de hacer los langostinos y chirlas que quedaban y con cuidadito de no mancharnos y sin salpicar mucho fuimos añadiendo los trozos de cazón a la cazuela donde estaba el tomate. 5 minutos y a la mesa. Encargamos unas patatas fritas para acompañar y a disfrutar. Todo magnífico. Lo regamos con unas botellas de Barbazul que otro de los Apóstoles había traído a la última comida.



A los postres abrimos la botella de Oporto y brindamos por Portugal. Apareció Luis un momento para saludar. Gran vino, gran país y mejores amigos. Llegó el turno del clinquineo y de la agradable sobremesa en la que conspiramos sin parar hasta la hora del rosario en la Hermandad. Creo que Juanma se lo pasó pipa y nos alegramos mucho. Hasta la próxima.


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