martes, 18 de diciembre de 2012

Mi querida España

Hasta ahora hemos hecho un diagnóstico de la crisis en España. Y no aportamos soluciones. Pero creo que primero hay que saber qué enfermedad tengo para acertar con el tratamiento adecuado a la enfermedad diagnosticada. El principal problema que tenemos es que parte de la población no es consciente de lo mal que estamos y porqué hemos llegado hasta aquí. De ahí mis intentos de hacer comprender la gravedad de la situación.

Parte de la solución es teóricamente muy fácil. Es hacer lo que hacemos en el sector privado: ajustar nuestro gasto a nuestros ingresos reales. De las cifras del sector público se estima que los gastos públicos superan en un 25% a los ingresos reales. Esto se puede conseguir de tres formas: subiendo los ingresos; bajando los gastos; o combinando ambas medidas. Lo que no podemos seguir haciendo es endeudarnos más porque nadie quiere prestarnos a unos niveles razonables y sostenibles. ¿Qué hacer?

Los ingresos públicos están lejos del nivel alcanzado en la época del ‘boom’ inmobiliario y económico, siendo en 2011 un 13% inferior a 2007. Recordemos que subir ingresos públicos es aumentar impuestos, precisamente a quienes ya lo están pasando muy mal, los ciudadanos y las empresas. Por otro lado, la consideración de los ingresos públicos provenientes del ‘boom’ inmobiliario como ingresos “permanentes”, llevó a aumentar el nivel de gastos estructurales de las AAPP. Además no conozco a nadie que tenga la bolita mágica de saber los ingresos que va a tener el año que viene. Nadie controla los ingresos futuros. Nadie. Además, está comprobado que una subida de impuestos en una economía recesiva no incrementa los ingresos públicos sino más bien todo lo contrario, siguiendo la conocida curva de Laffer.

Bajar el gasto público. Aquí radica la clave ¿qué gasto público hay que reducir? Pues precisamente no hay que empezar por el que los políticos tocan primero. Si algún gasto público supone un ingreso futuro, ésa es la inversión. Pues nada, a recortar la inversión pública que conlleva una inevitable consecuencia como es profundizar la crisis. ¿Y por qué los políticos reducen la inversión pública si parece contraproducente? Porque no se atreven a reducir los gastos corrientes, como personal y demás gastos de funcionamiento, lo que llamamos estructura o burocracia. Y no hablo de los funcionarios que han superado con esfuerzo unas pruebas establecidas para ello. Hablo de los empleados públicos que no son funcionarios, hablo de los asesores, del personal de confianza, de los numerosos chiringuitos que han montado los políticos para evitar los controles públicos y colocar familiares, amigos y conmilitones. Hablo de cerrar esos chiringuitos con su correspondiente gasto en personal, alquiler de edificios, luz, teléfonos, coches, etc. Ese es el gasto improductivo que no sólo hay que reducir sino eliminar completamente. Sólo en Andalucía se estiman entre 26.000 y 35.000 “enchufados” ya que la propia Junta de Andalucía desconoce el dato. Si nos creemos los datos del Presupuesto de la Junta, las transferencias para estos entes suponen unos 3.300 millones anuales. Y sólo hablo de Andalucía. Mientras los ciudadanos no les presionemos, los políticos no tocarán estos chiringuitos.

En conclusión, las AAPP se encuentran en una situación en la que sus ingresos se han reducido pese a la subida de impuestos, y algunas de las partidas principales de gastos, como el pago de intereses de la deuda o el pago de prestaciones por desempleo, se han disparado. Sumemos la previsible y preocupante trayectoria futura de nuestro sistema de pensiones. Adicionalmente, los inversores que hasta ahora habían estado dispuestos a financiar año tras año el exceso de gastos sobre los ingresos (déficit) y a refinanciar los vencimientos de nuestra deuda, se muestran reticentes a poner un euro más en nuestra economía. Ante la imposibilidad de poder financiar incrementos del déficit, necesariamente el ciudadano debe tener claro que hay que recortar en todas partes, aunque duela y mucho. El secreto del éxito estará en priorizar, en elegir bien el orden de los gastos a reducir y su importe. Hace falta un cronograma de reducción de gastos públicos, con cifras y plazos realistas a cumplir. La alternativa es impagar a nuestros acreedores con desastrosas consecuencias para el bienestar futuro de los españoles.

Y nos falta hacer algo muy importante: levantar el ánimo de los españoles. No somos tan malos, incluso en algunas cosas somos muy buenos. Y, también, hace falta gritarlo por todo el mundo: CREEMOS EN ESPAÑA Y EN LOS ESPAÑOLES. Nos costará sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor (así de completa es la tan usada cita de Churchill) pero, seguro, que saldremos adelante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario