martes, 9 de abril de 2013

Homenaje gastronómico, segunda parte



Aceite de oliva, de la Alacena de Carlos Herrera, ajo, pimiento, tomate y ñoras es la base del sofrito del arroz. Una vez que lo tenía hecho, lo apartó en un recipiente para luego pasarlo por la minipimer. Le llegó el turno de pasar por el aceite los chipirones y gambones muy troceaditos y, sorpresa, el arroz. Arroz de Beca e hijos que aportaba Beká. Después de un ratito, lo quitó del fuego y comenzó a preparar el sofrito de la fideuá.


Comenzó por el ajo y un hígado fresco entero que se iba deshaciendo con el calor. A continuación doró unas costillitas de cerdo y unas salchichas, todo muy troceado. Cuando alcanzaron su punto, echó los fideos, también en seco. Lo removió, pasó un rato y lo retiró del fuego.

En el fuego de la cocina, Pablo estaba con su sofrito. Introdujo una variante, habichuelas que se añadieron a los chocos y gambones. El fumé estaba en su punto y todo listo para, cuando llegara el momento, añadir el arroz, su arroz.

Como comprenderán el hambre que nos estaba entrando alcanzaba cotas de catástrofe mundial. Nos habíamos conjurado para no tomar nada de aperitivo hasta el arroz porque nos daría mucho coraje que sobrara, aparte de motivos que tenían que ver con nuestros tipitos de figurines y que todos queremos entrar en nuestros trajes para la feria. Pablo creía, con buen criterio, que una cervecita a la una es una tradición que no se puede perder. Por supuesto, Cruzcampo. Yo, que soy muy disciplinado, hice que lo que mis jefes hacían, así que abrí mi cervecita. En honor a la verdad, Carlos se lo tomó muy en serio, ya que está a medio régimen, y tardó un buen rato en tomarse la primera copa de manzanilla, de su Alacena. Después bebió cerveza sin. Hasta que probó el tinto. Pero eso sería anticipar acontecimientos.
Cuando abríamos la segunda Cruzcampo, Carlos preparó una especie de cebiche con los gambones que habían sobrado. Simplemente, les echó aceite y limón. Y nos tomamos las cabezas de los gambones previamente sofritas en la paella. Un poco más adelante, mientras preparaba el sofrito de la fideuá, pasamos por la sartén unas cuantas salchichitas hechas en el propio sofrito. Dimos buena cuenta de todo. Eran las dos menos cuarto y ya estaba todo preparado.

Nuestros contertulios iban llegando y todos decían lo mismo “huele desde la calle” y “no he desayunado esta mañana”. Son buenas credenciales para una comida de amigos. El duelo había levantado gran expectación en la tertulia y en el club. A medida que la gente se enteraba de lo que había abajo, se pasaban por allí para vernos. La tertulia estaba citada a las dos y media. Y fueron puntuales, muy puntuales. A las 3 menos veinte estábamos los 12 asistentes: Tulio, Ramón, Luis, Juan, Jaime, José Luís, Luismi, mi hermano Enrique y Enrique, el Presidente del Club.

Primera paella al fuego, con el caldo que había preparado Carlos la tarde anterior. Sacamos el primer arroz. No todos los días se toma de aperitivo arroz abanda hecho por Carlos Herrera. Fue un visto y no visto. Ni nos sentamos, nos lo tomamos de pie en la ventanita que da al comedor. Abrimos una botella de Viña Pomal que Pablo había traído de su casa. Ni la probé. Sobre la marcha abrimos dos botellas de tinto de Burdeos de mi bodeguita “ancá mis padres”. Todo ello lo acompañamos con unos taquitos de salchichón que José Luís había traído de La Rioja. Éxito total.
Segunda paella al fuego, esta vez la fideuá. Y nos sentamos dejando la fideuá en el centro de la mesa. Juan nos sirvió a todos ¡tenías que ver su cara de felicidad!. En breves minutos había caído. Y el tinto también. Para mí, la fideuá que hizo Carlos fue espectacular, de babero. Abrimos las botellas de Muga, también de mi bodeguita. Animada charla de todos. Tanto Carlos como Enrique nos contaban anécdotas y casos verídicos, como decía Paco Gandía.


Y llegó el arroz negro. No tenemos ningún documento gráfico porque estábamos todos sentados a la mesa en tan animada conversación, disfrutando de la comida, que se nos olvidó hacer una foto. Pero damos fe de la categoría del plato preparado por Pol Beká. Meloso, cremoso y sin queso, nata y otras porquerías. Un arte. Sobresaliente. Abrimos una botella de Pesquera. Por cierto, Herrera probó todos los palos. Es que estaban de cine todos los vinos, cada uno con sus características, aromas y sabor, pero de escándalo.

La hora del postre. No pude hacerlo el día anterior, así que esa mañana ayudé a mi mujer a preparar la espuma de chocolate, apta para intolerantes como Carlos y un servidor. En cuantito llegué al Aero, la metimos en el congelador. Estaba muy buena pero le faltó frío para que saliera redonda. Los contertulios dieron buena cuenta de ella después de zamparse todo lo anterior, lo que prueba que el postre estuvo a la altura del duelo.


Empezó el clinquiquineo, las copas largas. Caritas de satisfacción. Nos acordamos de aquel “estoy tan a gustito” mientras algunos se fumaban un cohíba y hablábamos de las especiales y graves circunstancias que atraviesa nuestra querida Patria. De la conversación salió otra comida que se celebrará, D.m., antes del Corpus, de la que daré cumplida información. Brindamos por España, por el Rey y por el Príncipe.

Una comida extraordinaria entre buenos amigos. Una animadísima tertulia y larga sobremesa. Todos disfrutamos, empezando por el Presidente del “Mejor Club del mundo” y por una de las personas más influyentes de España. Y nos fuimos de allí con la sensación de haber pasado uno de esos días inolvidables que siempre recordaremos. Gracias a todos. Hasta la próxima.

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