
En el fuego de la cocina,
Pablo estaba con su sofrito. Introdujo una variante, habichuelas que se
añadieron a los chocos y gambones. El fumé estaba en su punto y todo listo para,
cuando llegara el momento, añadir el arroz, su arroz.
Como comprenderán el
hambre que nos estaba entrando alcanzaba cotas de catástrofe mundial. Nos
habíamos conjurado para no tomar nada de aperitivo hasta el arroz porque nos
daría mucho coraje que sobrara, aparte de motivos que tenían que ver con
nuestros tipitos de figurines y que todos queremos entrar en nuestros trajes
para la feria. Pablo creía, con buen criterio, que una cervecita a la una es
una tradición que no se puede perder. Por supuesto, Cruzcampo. Yo, que soy muy
disciplinado, hice que lo que mis jefes hacían, así que abrí mi cervecita. En
honor a la verdad, Carlos se lo tomó muy en serio, ya que está a medio régimen, y
tardó un buen rato en tomarse la primera copa de manzanilla, de su Alacena.
Después bebió cerveza sin. Hasta que probó el tinto. Pero eso sería anticipar acontecimientos.
Cuando abríamos la
segunda Cruzcampo, Carlos preparó una especie de cebiche con los gambones que
habían sobrado. Simplemente, les echó aceite y limón. Y nos tomamos las cabezas
de los gambones previamente sofritas en la paella. Un poco más adelante,
mientras preparaba el sofrito de la fideuá, pasamos por la sartén unas cuantas
salchichitas hechas en el propio sofrito. Dimos buena cuenta de todo. Eran las
dos menos cuarto y ya estaba todo preparado.
Nuestros contertulios
iban llegando y todos decían lo mismo “huele desde la calle” y “no he
desayunado esta mañana”. Son buenas credenciales para una comida de amigos. El
duelo había levantado gran expectación en la tertulia y en el club. A medida
que la gente se enteraba de lo que había abajo, se pasaban por allí para
vernos. La tertulia estaba citada a las dos y media. Y fueron puntuales, muy
puntuales. A las 3 menos veinte estábamos los 12 asistentes: Tulio, Ramón,
Luis, Juan, Jaime, José Luís, Luismi, mi hermano Enrique y Enrique, el
Presidente del Club.
Primera paella al fuego,
con el caldo que había preparado Carlos la tarde anterior. Sacamos el primer
arroz. No todos los días se toma de aperitivo arroz abanda hecho por Carlos
Herrera. Fue un visto y no visto. Ni nos sentamos, nos lo tomamos de pie en la
ventanita que da al comedor. Abrimos una botella de Viña Pomal que Pablo había
traído de su casa. Ni la probé. Sobre la marcha abrimos dos botellas de tinto
de Burdeos de mi bodeguita “ancá mis padres”. Todo ello lo acompañamos con unos
taquitos de salchichón que José Luís había traído de La Rioja. Éxito total.
Segunda paella al fuego,
esta vez la fideuá. Y nos sentamos dejando la fideuá en el centro de la mesa.
Juan nos sirvió a todos ¡tenías que ver su cara de felicidad!. En breves
minutos había caído. Y el tinto también. Para mí, la fideuá que hizo Carlos fue
espectacular, de babero. Abrimos las botellas de Muga, también de mi bodeguita.
Animada charla de todos. Tanto Carlos como Enrique nos contaban anécdotas y casos
verídicos, como decía Paco Gandía.
Y llegó el arroz negro.
No tenemos ningún documento gráfico porque estábamos todos sentados a la mesa
en tan animada conversación, disfrutando de la comida, que se nos olvidó hacer
una foto. Pero damos fe de la categoría del plato preparado por Pol Beká. Meloso,
cremoso y sin queso, nata y otras porquerías. Un arte. Sobresaliente. Abrimos
una botella de Pesquera. Por cierto, Herrera probó todos los palos. Es que
estaban de cine todos los vinos, cada uno con sus características, aromas y
sabor, pero de escándalo.
La hora del postre. No pude
hacerlo el día anterior, así que esa mañana ayudé a mi mujer a preparar la
espuma de chocolate, apta para intolerantes como Carlos y un servidor. En
cuantito llegué al Aero, la metimos en el congelador. Estaba muy buena pero le
faltó frío para que saliera redonda. Los contertulios dieron buena cuenta de
ella después de zamparse todo lo anterior, lo que prueba que el postre estuvo a
la altura del duelo.
Empezó el clinquiquineo,
las copas largas. Caritas de satisfacción. Nos acordamos de aquel “estoy tan a
gustito” mientras algunos se fumaban un cohíba y hablábamos de las especiales y
graves circunstancias que atraviesa nuestra querida Patria. De la conversación
salió otra comida que se celebrará, D.m., antes del Corpus, de la que daré
cumplida información. Brindamos por España, por el Rey y por el Príncipe.
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