Por la mañana Pablo fue a comprar las vituallas para la comida. Un servidor no le pudo acompañar por motivos de trabajo pero le di los ánimos suficientes para que realizara tan ardua labor. Llegó a media mañana y empezó con los preparativos. Al sofrito no le faltaba de nada, tomate, cebolla, pimiento rojo, pimiento verde, pimiento del piquillo...creo que tenía suficiente pimiento. En una buena cacerola tenía dos kilos de pochas cociéndose a fuego lento. Cuando los fogones estaban ya encarrilados se puso a preparar un salmorejo. Este sí que es topchef y no los que salen en la tele.

Llegué bastante tarde, así que el pinche hizo bastante poco. Bueno, mi labor consistió en abrir botellines y cortar pan, pero sobre todo, en dar mi experta opinión sobre el punto de sal o de cocción de las pochas y el momento de hacer la mezcla y añadir chorizo, morcilla y tocino que a la vista del resultado final hay que reconocer, y no por echarme flores, que lo bordé.
El primero en llegar fue José Carlos, que hizo el recorrido que siguieron todos. Oler el guiso, probar el tocinito entreverao y servirse una tostadita con salmorejo. Y una cerveza. Así todos, salvo algún sobrino de Tío Pepe. Fueron llegando uno a uno: Rafa trajo a su hermano Manolo que venía en sustitución de Salvi, Jesús (sí, el de la medicina), Jacobo que traía las maravillosas anchoas del cantábrico y un queso de cabrales, supongo que muy bueno jeje, Johny que venía en lugar de Jaime, José Luis que trajo unas sardinillas exquisitas y Enrique. Faltaba Cipi que es insustituible. Grupo completo.¡Cómo disfrutamos alrededor de la barra con estas cositas tan aparentemente simples y realmente deliciosas! Yo me dejé de historias y me serví el salmorejo en un vasito donde lo saboreé poco a poco. Y nos quedaba una cosa que llevaba bastante tiempo en la plancha y que salieron sabrosas, sabrosas: unos buenos níscalos.
Pablo, con razón, nos pedía que nos controláramos porque nos esperaban las pochas. Y nos controlamos tanto, tanto que cayó todo lo que se abrió. Siempre nos hemos considerado personas prudentes y comedidas. Primera botella de Pesquera. Es hora de sentarse en la mesa.
¡Qué pochas! Pablo es un monstruo. Tiernas, suaves...aunque la morcillita a media tarde nos llamaba diciendo ¡eh, que estoy aquí!. ¡Vaya que si estoy aquí!
Pero no hay nada que no arregle un buen tocino de cielo. El del Aero es extraordinario y sólo se ve superado por uno que yo me sé. Café, algún puro y copa.
Y se inició una animadísima conversación sobre cofradías y otras cosas divinas y humanas. Quedamos en que la próxima sería para comernos los judiones. Por cierto, llegaron al día siguiente.





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